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Las tres grandes decisiones de inversión: la estratégica, la táctica y la operativa

¿Sabe distinguir entre estrategia, táctica y operativa? ¿Qué implica cada tipo de decisión? Una estructura clara es el mejor punto de partida.

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El proceso de toma de decisiones de inversión

El balance de cualquier agente económico es el resultado de un proceso de toma de decisiones. Para tener una situación equilibrada y adecuada que permita alcanzar un objetivo es necesario estructurar, jerarquizar y simplificar. De otra manera, las variables que se pueden incorporar resultan infinitas e incorporan ruido, convirtiendo el proceso en titánico y farragoso; alejándonos del objetivo principal y llevándonos a cometer errores.

Antes de pasar a describir la estructura en el proceso de toma de decisiones, suele ser conveniente que realicemos un ejercicio de introspección, sepamos cual es nuestra situación actual, nuestros objetivos, así como seamos conscientes de nuestras debilidades y fortalezas.

Por otro lado, resulta imprescindible señalar que el conocimiento es clave a la hora de adoptar una buena decisión. Es necesario un buen análisis que se ajuste lo máximo posible a la realidad y que encuentre respaldo en el sentido común y en la evidencia histórica. Aproximarnos a lo racional lo máximo imposible, incluso para incorporar aquellos sesgos emocionales que tanto nos afectan a la hora de tomar decisiones.

¿Qué tipos de decisiones hay?

Existen tres grandes tipos de decisiones: la estratégica, la táctica y la operativa. Esta clasificación no es estanca, existen vasos comunicantes entre ellas, y desde un punto de vista didáctico, lo principal es quedarse con el concepto. De esta forma, aunque puedan surgir algunas contradicciones puntuales, a medida que avance el texto y se reflexione, la coherencia irá ganando terreno.

Las palabras “estrategia”, “táctica” y “operativa” se utilizan con frecuencia en multitud de disciplinas y actividades: marketing, planes de negocios, deporte, guerra, política… Una de las referencias más citadas en este aspecto es: “El arte de la guerra” escrito por Sun Tzu, un guerrero y filósofo chino que vivió en torno al siglo V antes de Cristo y que según dicen las sinopsis ha inspirado a Napoleón, Maquiavelo y Mao Tsé Tung.

Aunque siempre queda bien citar grandes nombres, es conveniente no perder la perspectiva. Normalmente, nuestras decisiones no son las de un capitán general de un ejército, el CEO de una compañía multinacional o las de un banquero central. Por regla general, la decisión de la mayoría de agentes económicos tiene un impacto infinitesimal en los mercados, no influye en el entorno o en los mercados.

1. La decisión estratégica

La primera decisión y, seguramente la de mayor importancia, es definir la estrategia. Esta decisión es la más relevante de todas pues es la que mayor impacto tendrá en los resultados finales. Es la decisión que pone en relación nuestros objetivos a largo plazo (metas económicas) con el entorno en el que nos encontramos. De esta manera, es una decisión pausada, reflexionada que no debe modificarse con frecuencia y que se ajusta de forma gradual.

La decisión estratégica desde el punto de vista académico y en el mundo de la inversión se centra en decidir qué peso vamos a asignar a las grandes categorías de activos que se clasifican en: bolsa, bonos y liquidez. Otra aproximación a esta decisión podría ser el qué porcentaje de nuestro patrimonio vamos a arriesgar y cuánto queremos proteger para alcanzar los objetivos.

Para tomar esta decisión, desde un punto de vista analítico, tendremos que tener en cuenta el estado del ciclo de precios (la tendencia de primaria), el ciclo económico (expansivo o contractivo) y el ciclo de sentimiento (euforia, depresión o normalidad). Desde un punto de vista de situación personal tendremos que saber el rendimiento necesario para cumplir los objetivos deseados.

2. La decisión táctica

Una vez que sabemos cuánto queremos arriesgar y cuál es la situación del ciclo pasamos a la decisión táctica. La decisión táctica es la segunda por orden de importancia. En este caso, implica plasmar la estrategia planteada identificando las oportunidades que puedan aparecer en el entorno seleccionando entre las alternativas posibles.

Se adopta con una mayor frecuencia y su impacto en el resultado final no es tan amplio. Respecto al horizonte temporal, es un enfoque próximo al medio / corto plazo.

Cuándo nos referimos a mercados de renta variable o bolsa, tendremos que decidir qué sectores son los más adecuados (defensivos o cíclicos), el estilo de inversión (crecimiento o valor), el tamaño de las compañías (bluechips o compañías de mediana o pequeña capitalización), etc.

La decisión táctica en los mercados de renta fija tendrá que servirnos para decidir el tipo de bonos que queremos comprar: grado de inversión (especulativos o investment grade), tipo de emisor (soberanos o corporativos), entre otros.

La decisión táctica en activos reales debería ayudarnos a seleccionar entre las diferentes tipologías: materias primas (energéticas, agrícolas, metales preciosos o industriales), inmuebles (comerciales, distribución o vivienda)…

Para finalizar, la decisión táctica en liquidez o cash se podría ampliar hasta depósitos o activos monetarios.

Las variables analíticas para esta decisión serán aquellas que nos permitan escoger entre los activos. Por ejemplo, a nivel sectorial podríamos utilizar los ratios de valoración, el crecimiento de los beneficios / ventas y sus estimaciones futuras, y tener en cuenta factores estacionales.

3. La decisión operativa

La decisión operativa implica saber escoger entre los diferentes productos financieros, herramientas para implementar o llevar a la realidad la estrategia y la táctica. Implica conocer los pros y los contras de cada instrumento y es la decisión que menos impacto suele tener en la cuenta de resultados, siempre y cuando se haya tomado de forma razonablemente correcta.

La decisión operativa impacta a diario en la cuenta de resultados. Lo más habitual es comenzar por la selección de un buen intermediario financiero. En este punto, lo ideal es quedarnos con un intermediario que inspire confianza y tenga buena reputación, lleve tiempo operando en el mercado, sea seguro, solvente, transparente… El intermediario tendrá que tener unos costes competitivos y, a la vez, tener los suficientes productos para implementar las decisiones estratégicas y tácticas que hemos adoptado.

El inversor más sofisticado tendrá que saber si el intermediario dispone de índices globales, sectoriales o temáticos. También tendrá que saber si tiene acceso a los mercados de Forex por si quiere asumir riesgo divisa. Sin olvidar otros mercados como las materias primas o los de ETFs. Tampoco debería pasar por alto si dispone de productos que permitan realizar coberturas ya sea de forma directa o por su descorrelación, por ejemplo, los índices de volatilidad.

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